La comunicación es un aspecto fundamental en las relaciones humanas. Dependiendo del momento, de la edad, de las circunstancias, de las necesidades y de un sinfín más de condicionantes, puede resultar fácil, muy fácil o, por el contrario, muy difícil o tediosa. Pero no podemos olvidar que siempre es y será imprescindible.
Es imposible dejar de comunicarnos. El silencio es elocuente en multitud de ocasiones.
¿Qué sucede si tu hijo no se comunica en casa?, ¿estará queriendo decir algo?
En primer lugar, parémonos a pensar en su forma de ser y en su estilo de comunicación desde su infancia. Hay niños muy extrovertidos y comunicadores. Otros, en cambio, se muestran más tímidos y callados. Ante todo, no te pongas nervioso: conoces a tu hijo en este ámbito y no debes forzarle si le ha costado expresarse desde niño. Si, en cambio, siempre fue un «libro abierto», pregúntate qué puede estar pasando y observa otros posibles cambios en las demás áreas de su vida: estudios, amigos, deporte, relación con sus hermanos, alimentación….
La regla de oro debe ser siempre facilitar cauces de diálogo desde su infancia para que sigan abiertos en la adolescencia, aunque estén mucho más estrechos, lógicamente, por la etapa vital en la que se encuentran.
En esta edad es cuando más patente se hace esta dificultad y se produce la casi ausencia de diálogo en casa: «está en su mundo…», «va a lo suyo» o «no se entera de nada» son expresiones que podemos oír con frecuencia en los padres.
Es muy probable que después de haber dedicado nuestro esfuerzo durante toda su infancia a transmitir valores y a dialogar con ellos, ahora pongan en duda todo lo que les hemos dicho. ¡Tranquilos! Esto es normal y, además, muy deseable: tú volverás a decírselo calmadamente de nuevo, con otras palabras -si es posible, con las que él utiliza- y con un estilo adaptado a su situación actual. Te lo discute porque necesita reasegurarse, no porque esté en contra de ti.
Fomenta siempre la confianza, pero no dejes de exigir. Sé firme cuando sea necesario.
Y no te olvides de valorar a tu hijo, lo necesita. Tú, mejor que nadie, conoces sus resplandores. ¡Dales brillo! No pongas el «grito en el cielo» si ha hecho algo más, dialógalo con él. No lo humilles jamás.
La comunicación no se improvisa, y menos en la adolescencia. Si cuando era pequeño no la cultivaste mucho, aún estás a tiempo, pero no tardes….
No le hagas un «tercer grado»: lánzale la pregunta y así verbalizará.
Y plantéate si respondes cuando él te pregunta, o si hablas cuando él está disponible, te necesita o es su momento… No dejes pasar esa oportunidad porque quizá estas muy liado. Después puede que no vuelva. Tienes que estar presente siempre, pero especialmente en estos momentos en los que comunica menos.
Ponte de acuerdo con tu pareja, sois sus padres: entre los dos será más fácil.