“Caridad” es un término derivado del término en latín ‘caritas’ (amabilidad, afecto) y a imitación del griego ‘charis’ (gracia). Caridad significa amor desinteresado hacia los demás, con el que se cree que se logra la máxima perfección del espíritu humano.
Cáritas Diocesana publicó un artículo que decía:
“En un pueblo iban a celebrarse, en el mismo día y a la misma hora, dos carreras. Un forastero que pasaba por allí, al ver los carteles anunciadores, se animó a correr en ellas. Fue a la mesa donde hacían las inscripciones para enterarse del tiempo de cada una, donde le dijeron: “Puede elegir entre estas: la ‘Carrera del Mundo Moderno’ o la ‘Carrera por un Mundo Nuevo’.
La carrera por el Mundo Moderno era una competición por llegar el primero y ser el vencedor. En la segunda de ellas no había competición, ni orgullo, ni querer ser primero. Todos los participantes llegaban a la vez.
Con esta metáfora tan didáctica y significativa se puede hacer un perfecto resumen de lo que la caridad significa en la vida de nuestros adolescentes, de nuestros jóvenes, de nosotros mismos. En la vida tenemos dos opciones de comportarnos: o bien ‘corriendo’ para nosotros mismos sin mirar atrás, sin importarnos si alguien se ha caído en la carrera, sin socorrer a nadie. Sólo queremos llegar. O bien, participando en la ‘carrera por un Mundo Nuevo’, entregándonos a los demás, compartiendo lo que tenemos, ayudando a los más necesitados”.
Son tiempos difíciles los que nos han tocado vivir, con dos crisis económicas en menos de una década y con una pandemia que no podremos olvidar en toda nuestra vida, por lo cruel y lo virulento de todo. La muerte, la soledad, la pobreza se han apoderado de muchas familias y no podemos quedarnos de brazos cruzados.
En la iconografía artística, a la Caridad (una de las tres virtudes teologales) se le representa como una madre con tres niños, amamantado a uno de ellos. Si seguimos con los símiles y metáforas, cualquiera de nosotros podemos ser ‘esa madre que amamanta’. Nuestros adolescentes y jóvenes son el presente y el futuro del mundo y enseñar a ‘amamantar’ a los demás en un momento de debilidad, de pobreza, de tristeza, de confusión, de depresión…es el acto de AMOR más grande que nunca haremos por ellos. Deben saber que practicar la caridad es una de las cualidades del ser humano más bellas.
Correr en la ‘carrera del Mundo Nuevo’ conlleva muchos sacrificios, como no hacer sprint tú solo/a, tener que mirar hacia detrás para ver quién va desfallecido o quién se ha quedado en la ‘cuneta de la vida’. Correr en esta carrera implica pensar en los demás, llevar un mensaje de esperanza y de ilusión, pero cruzar la meta juntos es el objetivo por el que todos debemos luchar. Es enriquecedor para nuestro espíritu.
Para que nuestros jóvenes y adolescentes sean corredores de primera en la ‘Carrera del Mundo Nuevo’ deben estar formados íntegramente en todos los aspectos de su vida. El terreno emocional y espiritual son claves para desarrollar esa empatía hacia los demás y ‘pararte en tu propia carrera para ayudar a los demás’.
La caridad siempre se ha entendido como dar limosna al pobre, pero hay que tener en cuenta que hay muchas y diversas formas de hacer caridad, de enseñar a nuestros hijos que CARIDAD es sinónimo de AMOR.
Los adultos somos responsables de ‘apuntarles’ a la carrera adecuada en la vida y, por tanto, educar en el respeto, la unión, la espiritualidad, educar sus almas, es uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta a la hora de pensar en nuestros jóvenes.