En muchas ocasiones parece que nuestros hijos han cursado un máster en psicología y saben sacarnos lo que quieren, ya sea un nuevo videojuego, un rato más en la calle y mil peticiones más… Pero, ¿cómo lo hacen? ¿Por qué nos ganan esas pequeñas o grandes batallas?
Las implicaciones de esos gestos son profundas, más de lo podría parecer. Si nuestros hijos no son capaces de aceptar un “no”, significa que no están acostumbrados a ello y que suelen salirse con la suya. Y da igual la edad: desde las rabietas de una criatura de dos años a los avisos de lo que será la adolescencia a los 6 o 7 años y, más tarde, a los enfados que puede cogerse un adolescente. Hay que aprender a dominarse puesto que, normalmente, el criterio que impera en nuestros hijos es el de la apetencia, no el del esfuerzo o el servicio a otros.
Solo aprendiendo a obedecer y a encajar con alegría una negación serán capaces de conquistar su propia libertad. ¡En algún momento serán ellos mismos los que se tendrán que decir no! Puede ser al alcohol, a una relación dañina, a su pereza ante el estudio…
¿Qué podemos hacer los padres para ayudar a nuestros hijos en esto? Debemos transmitir seguridad a los hijos y esto se hace con criterio, diálogo y con gran una capacidad de escucha por nuestra parte.
Debe haber un criterio claro, que no cambie según sea mi estado de ánimo o si soy yo o mi cónyuge quien dice las cosas. Nuestros hijos saben si pedir esto o aquello, según convenga, a papá o a mamá.
Y ese criterio hay que formarlo, no debemos improvisar. Nos podemos equivocar, que es otra cosa, y descubrir nuevas razones para cambiar de opinión sobre algo que pensamos, que permitimos o que reprobamos. Y cuando nos equivocamos, que ocurre más veces de lo que nos gustaría, podemos pedir perdón sanamente. Así nuestros hijos aprenderán también este gesto de humildad tan grande. ¡Todo lo que demostramos en casa marca más que lo que decimos!
Por todo esto, es fundamental dar razones. Según crecen nuestros hijos, demandarán más argumentos de lo que hacemos, aunque sea una costumbre de siempre y no hayan preguntado antes sobre ello. ¿Cuántas veces hemos esperado una pregunta embarazosa y no hemos reaccionado antes de que nos coja el toro? Qué ocasión nos presentan los hijos para leer, para discutir, para formarnos y, en definitiva, para ser un poquito mejores por y gracias a ellos.
Y si es importante dar razones, más lo es escuchar a nuestros hijos, sin escandalizarnos de lo que puedan pensar o decir. El diálogo es una de las bases de cualquier relación humana. Y esto debe suponer necesariamente una escucha por nuestra parte, sin interrumpir ni ironizar sobre lo que dicen.
“¿Puedo bajar a jugar?”, pregunta inocentemente el muchacho. A lo que el padre contesta, cargado de falsa seguridad, “lo que diga tu madre”… La tarea educativa no se delega, sino que se comparte. Si esto no sucede, los hijos saben por dónde hacemos aguas y por dónde “entrarnos” para conseguir lo que quieren.
Probablemente el mayor enemigo que tenemos cuando queremos decir que no a nuestros hijos es el cansancio. A veces, por no meternos en más batallas, damos la presente por perdida sin haber pensado bien las consecuencias de nuestra derrota. Pero no se trata de pelearlo todo, sino de saber ceder y dar espacio -siempre con buen criterio- y ganando las batallas importantes.
El mejor antídoto contra el cansancio es disfrutar de la familia, con alegría. A veces podemos llegar a casa pensando que entramos en un lugar de conflictos, que no tenemos tiempo para nada más que la gestión de la familia y que esto es un peso más aparte del trabajo cotidiano.
Descubrir la alegría en la familia es clave, debemos darnos cuenta de que las situaciones tensas siempre son las mismas y que caemos en las mismas trampas una y otra vez. Analicemos con humildad cómo mejorar, cómo conquistarnos para ser menos gruñones, menos pesados, repetir menos lo que hay que hacer, no gritar para demostrar que tenemos razón y buscar ocasiones donde potenciar las relaciones familiares, más felices.
Si esto es verdad, ¡marquemos metas que conquistar en la familia!